jueves, 24 de enero de 2013

La cultura en sentido antropológico

Aproximación al concepto de Cultura
 
Autor: Alberto Rafael Moreno Urribarry.
·         El concepto de Cultura
La Antropología es la primera disciplina que se apropia para sí a la cultura como objeto de estudio y las proposiciones y definiciones generadas en su seno, todavía tiñen fuertemente todo el discurso del análisis cultural.
Hoy en día, dicha discusión ha sobrepasado el ámbito netamente antropológico y disciplinas como la Sociología, Lingüística, Psicoanálisis, Comunicación, por nombrar algunas, aportan elementos sustanciales para descifrar la dinámica cultural mundial.
Pero más que asumir conocimientos conceptuales se hace imprescindible la aplicabilidad de los mismos en la realidad. Es decir, la manera cómo se puede hacer lecturas a los hechos sociales a partir de las propuestas teóricas que sobre el concepto de cultura existen hoy día.
Posiciones teóricas sobre el concepto de Cultura.
Monismo Cultural o Etnocentrismo
Las primeras nociones que se tienen de discusiones teóricas sobre el manejo de la cultura provienen del siglo XIX. Las propuestas de Darwin para entender de manera evolutiva la presencia del hombre sobre la tierra con su Teoría de la Evolución de las Especies generó en Lewis Morgan su teoría de la evolución de las sociedades. La teoría de Morgan postulaba que la humanidad evoluciona siguiendo el impulso del progreso, y que la historia humana podía ser clasificada en tres (3) grandes etapas: Salvajismo, Barbarie y Civilización. Esta última sería tope de la evolución y estaría representada por aquellas sociedades que marchaban a la cabeza del desarrollo del Capitalismo (entiéndase EE.UU., Inglaterra, Francia y algunos otros países europeos). De esta manera va apareciendo una tendencia a entender que existen grupos superiores e inferiores hasta el punto de considerar un monismo cultural que conlleva a un etnocentrismo entendido éste como la consideración de una etnia central que se hace hegemónica sobre las demás , al punto de desconocer la existencia de aquellas que no provengan de ésta en cuanto a procesos de difusión. Tal fue, como es sabido, la visión monista de la cultura defendida por la escuela del llamado difusionismo radical, de Sir Grafton Elliot Smith, o de William James Perry (The Children of the Sun, 1923).
Ser acusado de etnocentrista es tanto, prácticamente, como ser acusado de intolerante, intransigente, arcaico, racista, violentador de los derechos humanos e ignorante del ABC de la Antropología moderna, caracterizada ad hoc precisamente como disciplina constituida desde la perspectiva del pluralismo o del relativismo cultural. El monismo cultural (prácticamente el etnocentrismo, si dejamos de lado, de momento, los intentos de crear una «cultura universal» obtenida por refundición de todas las esferas culturales) es, sin duda, sin necesidad de ser denominada de este modo, la perspectiva más tradicional, sin perjuicio de las interpretaciones del principio de la homomensura de Protágoras –«el hombre es la medida de todas las cosas»– como un hombre moldeado por cada cultura.
Como ejemplo de etnocentrismo tendríamos un aleccionador episodio relatado por Fray Ramón Pané en 1498 “…tiraron las imágenes al suelo y las cubrieron de tierra y después orinaron encima, diciendo: ahora serán buenos y grandes tus frutos…lo cual, sabido de ellos, dejaron lo que hacían y corrieron gritando a darle conocimiento a don Bartolomé Colón (….) éste, como lugarteniente del virrey y gobernador de las islas, formó proceso contra los malhechores y, sabida la verdad, los hizo quemar públicamente” (pps 53-54)
Los indígenas tomaron las imágenes religiosas que había dejado el mencionado fraile y las enterraron, como solían hacer con sus propios ídolos, en una ofrenda para que la tierra fecunde. Es decir, honraron a las imágenes en gesto de sincretismo religioso, y por este acto de fe fueron quemados como pena suprema. Este episodio, que pudo ser práctica común en la América colonizada, es una clara muestra de la concepción etnocentrista con la cual el europeo ha juzgado a América.
El concepto de etnocentrismo o monismo cultural, generado en las ciencias antropológicas, es la actitud de u grupo humano que se coloca como centro alrededor del cual gira el mundo. Dicho grupo valoriza positivamente sus relaciones y particularismos, cree en su superioridad y menosprecia o niega los valores de las culturas diferentes a la suya. Maneja términos como superior, inferior, cultos, incultos entre otros.
El Etnocentrismo puede ser presentado y «justificado» a partir de tres concepciones bien distintas:
La primera quiere mantenerse en el terreno de los hechos, es decir, al margen de los juicios de valor. Si sólo cabe hablar de una esfera cultural de referencia, de la cual todas las demás fuesen reflejos o incluso degeneraciones, es porque todas las esferas culturales realmente existentes en la tierra habrían sido originadas por una cultura originaria, y serían como pulsaciones de esa cultura madre, identificada con la cultura egipcia. Tal fue, como es sabido, la visión monista de la cultura defendida por la escuela difusionista.
La segunda no duda reivindicar el monismo cultural, pero en nombre, no ya de realidades que acaso sólo están demostradas por una ciencia ficción, sino en nombre de unos valores, no ya pretéritos sino futuros, que se imponen desde una esfera cultural dada a quien se identifica con ella. Para Pericles o para Platón los valores de la «paideia» (o cultura griega) eran los únicos valores que podían oponerse a los pueblos bárbaros; para los españoles que entraron en América los valores cristianos (que no solamente eran valores religiosos, sino también morales, éticos, ceremoniales, políticos, artísticos), solían ser vistos como los únicos valores que debían prevalecer sobre los dioses bárbaros, inspirados por el diablo; para la mayor parte de los científicos e ingenieros occidentales (y no sólo los de la época positivista), los valores de la «cultura occidental» (que comprende tanto los valores científicos como los valores democráticos) serán los únicos valores que pueden ser aceptados y que deben ser ofrecidos a los demás pueblos; dentro de esta misma perspectiva Richard Rorty ha defendido recientemente la necesidad de asumir la posición «etnocentrista» en todo cuanto concierne a los valores de verdad y a otros criterios propios de nuestra cultura.
La tercera manera de entender y justificar el etnocentrismo es a partir de la Resistencia Cultural. Es decir, todo grupo humano, ante la presencia dominadora y dominante de otro grupo, intenta colocar su propia cultura como más importante y válida (caso de Movimiento Zapatista en Chiapas). Este tipo de etnocentrismo, aunque no común, podría aceptarse como práctica para la defensa de una cultura pero sin caer en extremos que conlleven al establecimiento de un etnocentrismo extremo que atente contra otras culturas.
Funcionalismo
Como escuelas antropológicas posteriores al «evolucionismo» tenemos las escuelas funcionalistas (representadas por Bronislaw Malinowski) y después, en algunas variables del estructuralismo (representadas por Claude Levi-Strauss).
Tal como lo expresa González O, E. ( 1997).
Con la afirmación de que todas las culturas son funcionales, se plantea el hecho que cada grupo humano genera acciones culturales que aseguran la satisfacción de determinadas necesidades colectivas. por lo consiguiente, no podrían establecer patrones de comparación entre diferentes culturas sobre la base de demostrar la superioridad o inferioridad de algunas de ellas, ya que cada cultura esta conformada por un conjunto de respuestas ajustadas a sus propias necesidades. Y lo observable en una cultura, es ver el grado de satisfacción de esas necesidades que se obtienen a través de las respuestas que ejecuta y no si dichas acciones se parecen a las mas o menos realizadas por otras sociedades, para así establecer criterios de progreso según se asemejen no diferencien de la cultura de la sociedad tomada como modelo a seguir(pags 125-126).
Autores como Malinowski y Radcliffe-Brown, consideran la cultura como un sistema bien equilibrado de partes separadas que contribuyen a la estabilidad de una estructura social. Términos como cultura o estructura son inevitablemente expedientes heurísticos, simples formas de contemplar los hechos, y por eso como mejor puede captarse su sentido es estudiando el uso que de ellos se hace en el análisis de los datos. . Para Malinowski, a partir de su estudio sobre las Islas Trobriand, el concepto de cultura es un microcosmos tribal concebido como un todo, indiviso, que funciona.
La concepción funcionalista de la cultura nos lleva a entender que cada parte integrante de la sociedad debe cumplir “funciones” que contribuyan al mantenimiento del equilibrio de la estructura. De esta manera, todo aquel que se salga de lo establecido es considerado como “disfuncional”, como perturbador del equilibrio y debe ser llamado a un orden para el logro de un progreso. Desde la perspectiva comunicacional, se entendería la cultura como creación masificada (cultura de masas) donde deben existir emisores y receptores, cada quien cumpliendo con su rol con la finalidad de determinar los efectos que en éstos últimos produce el mensaje. Como algo lógico, se entenderá que existen culturas superiores (emisores) e inferiores (receptores).
Con el surgimiento del estructuralismo como ciencia que describe y explica los fenómenos sociales desde el punto de vista de un sistema de razonamiento que vincula una parte con el todo y una parte con la otra como entidades en funcionamiento; comienzan a unificarse criterios para entender los términos de “función” y “estructura” como inseparables para entender el sistema social. Las nuevas tendencias nos llevan a hablar de posiciones estructural-funcionales o funcional - estructurales, debido a que se hace difícil separar ambas tendencias en consideración a los aspectos similares que las unen como teorías.
Relativismo Cultural
Considerar la importancia de todo grupo humano, es la premisa que maneja el relativismo cultural. Se opone a cualquier forma de absolutismo, de posición cerradas, comparativistas, monistas de la cultura
El relativismo cultural es aquel principio que afirma que todos los sistemas culturales son intrínsecamente iguales en valor, y que los rasgos característicos de cada uno tienen que ser evaluados y explicados dentro del sistema en el que aparecen. Según este principio, toda pauta cultural es intrínsecamente tan digna de respeto como las demás. Cada cultura debe ser estudiada relacionándola con su contexto histórico y no comparándola con su supuesto "patrón ideal". La comparación entre culturas asumía así un grado de relatividad que evitaba el adjetivarlas de "superior" o "inferior".
El relativismo cultural condena del etnocentrismo. Detrás de él se esconde aquella exitosa fórmula de Lévi-Strauss: «salvaje es quien llama salvaje a otro». La defensa del relativismo cultural se da, desde luego, entre la mayoría de los antropólogos, para quienes la nivelación de todas las culturas no sólo es un principio metodológico de investigación (un supuesto del que se parte pero que luego se podría rectificar) sino que se considera como la forma más madura y elaborada de la sabiduría antropológica. Pero el relativismo cultural es una idea que no se limita a funcionar dentro de la categoría etnológica o antropológica sino que está también presente en el ámbito de la filosofía mundana y de la praxis política. En estos contextos, el éxito de esta idea no es independiente, según creo, de la gran implantación práctica de dos nebulosas ideológicas que sirven como modelo al razonamiento relativista: en primer lugar, la ideología de la tolerancia asociada a las democracias liberales neocolonialistas y, en segundo lugar, las teorías del fundamentalismo ecologista.
Dos afirmaciones que conforman el núcleo del relativismo cultural son, en las definiciones antes citadas, las siguientes: «Todos los sistemas culturales son intrínsecamente iguales en valor» y «toda pauta cultural es intrínsecamente tan digna de respeto como las demás». Intentaremos argumentar que estas dos afirmaciones son falsas. Antes, sin embargo, es necesario comentar que la aparente claridad de esas afirmaciones esconde, sin embargo, una calculada ambigüedad, y ésta se hace muy evidente en los múltiples sentidos de la palabra «valor». Efectivamente, «valor» puede ser «valor de verdad», «valor moral», «valor ético», «valor económico» (valor de cambio), «valor estético», «valor religioso» (lo santo como un valor y lo satánico como un contravalor). La. Se hace necesario analizar dos tendencias en las que es muy evidente que el principio del relativismo cultural es insostenible.
En primer lugar, analicemos lo que ocurre cuando la igualdad de valor de todas las culturas y el respeto a las diferentes pautas culturales se entiende en el terreno de la ética. Como es bien sabido a través de los informes periódicos de Amnistía Internacional, hay muchas culturas en las que la mutilación genital femenina (que va desde la ablación, pasando por la escisión, hasta la infibulación) es una pauta cultural normal. Los nativos de estas culturas (kikuyus, bambarras, fulas, mandikas, soninkes, halpulaares) consideran que esa práctica es una parte irrenunciable de su identidad cultural, y los intentos por parte de ciertas organizaciones occidentales de combatir las mutilaciones sexuales de las mujeres son considerados por esos nativos como actos de imperialismo cultural destinados a destruir su identidad. Según el relativismo cultural, tendríamos que admitir que esa pauta cultural es intrínsecamente tan digna de respeto como cualquier otra, y que tiene valor por el mero hecho de existir y de enriquecer la diversidad cultural mundial. Y, de este modo, 135 millones de mujeres de todo el mundo han sufrido la clitoridectomía, y las que han tenido peor suerte (y disfrutan de más identidad cultural, dirán algunos) han sufrido la extirpación de los labios menores e incluso la ablación de los labios mayores y su posterior cosido (cosido que será abierto y cerrado a demanda del esposo). Los efectos de esas mutilaciones van más allá del momento de su ejecución puesto que es frecuente que estas mujeres mutiladas sufran infecciones crónicas, hemorragias intermitentes, abscesos, trastornos renales, quistes, efectos dañinos sobre su sexualidad, complicaciones añadidas en los partos, etc. Las razones que dan los nativos para justificar estas mutilaciones son muy variadas, aunque se repiten en culturas muy diversas: que el clítoris es la parte masculina del cuerpo de la mujer y hay que extirparlo para que no se confundan hombres y mujeres, que si el clítoris toca el pene del hombre éste morirá, que los genitales femeninos no mutilados son feos y voluminosos, que pueden crecer y resultar incómodos colgando entre las piernas, que si la cabeza del niño toca el clítoris durante el parto el niño morirá, que las mujeres no mutiladas no son fértiles o no pueden concebir entre otros ejemplos.
El Relativismo reivindica toda creación cultural, sin distingo de grupos. Considera como importante a todo grupo humano en la medida que se satisfagan las necesidades.
Multiculturalismo
Hablar de multiculturalismo es dejar atrás concepciones absolutistas de la cultura como el monismo cultural o etnocentrismo y el funcionalismo; pero también es ampliar los criterios relativistas que podrían llevarnos a darle exagerada importancia a las particularidades culturales a punto de ser caer en peligrosas concepciones igualitarias de la cultura.
Multiculturalidad es sinónimo de diversidad cultural, entendida ésta como el hecho de la pluralidad cultural en su sentido más descriptivo, e indica que diversas cultures coexisten en un mismo espacio público. La diversidad cultural incluye, de hecho, interrelaciones tanto conflictivas como no conflictivas o de intercambio entre las culturas.
En cualquier caso, ante la diversidad cultural son posibles dos clases generales de comportamientos sociales, los cuales incluyen sus respectivos patrones políticos, morales y religiosos. En un primer bloque encontramos el monoculturalismo, equivalente a la concepción homogeneizadora de la diversidad cultural. Sus patrones son esencialistas: la cultura es una e indivisible, o se reduce, en último término a lo dicho. Esta concepción se traduce en políticas de ignorancia de la diversidad cultural, o incluso en su explícita negación. La alternativa a esto es el multiculturalismo. Es la concepción que adopta el principio del Pluralismo, no del Monismo, el de la unidad esencial, este último, en la comprensión y el tratamiento de la diversidad cultural.
El multiculturalismo se traduce en políticas de reconocimiento y promoción de esta diversidad. Sin embargo, con esto todavía hemos dicho muy poco. Hay que afirmar, a continuación, que el multiculturalismo se subdivide, al menos, en dos comportamientos generales; uno es el diferencialismo. Con ello, el reconocimiento de la diversidad se hace subrayando las diferencias culturales y las perspectivas unilaterales desde cada una de ellas. Incluye las llamadas "políticas de la identidad cultural". Con esta posición, de la realidad de la cultura avanzó un paso mas hasta concluir que la característica esencial de las culturas son sus diferencias entre si. Y estas diferencias están en la misma base de las sociedades; a diferentes necesidades, contextos histórico-sociales, situaciones geográficas, etc, solo pueden corresponderle diferentes culturas . Esto produjo una afirmación cuyo contenido es de suma importancia para aquellos pueblos que luchan por su liberación nacional contra el colonialismo: todos los pueblos crean sus propias culturas y todas sus
culturas obtienen su validez de la sociedad que las crea , por lo tanto , todas las culturas tienen derecho a ser diferentes. Pero el otro comportamiento general es el interculturalismo. Aquí, el reconocimiento de la diversidad se hace admitiendo las semejanzas, a pesar de las diferencias, y poniendo énfasis en la reciprocidad entre las culturas. No hace falta decir que incluye las "políticas del intercambio cultural". En el primer caso, el del diferencialismo, hemos optado por un pluralismo filosófico de signo atomista y que desemboca en el relativismo, en el sentido más fuerte del término. En el segundo caso, en cambio, adoptamos un pluralismo integrativo, que a pesar de aceptar el relativismo en la cultura, se incluye dentro del marco del universalismo. Éste, el interculturalismo, representa un multiculturalismo integrado, no diferenciado ni exclusivo, como es, en contraste, el anterior.
Los dos multiculturalismos se basan en criterios ontológicos, epistemológicos y axiológicos --es decir, estos últimos, morales-- bien distintos, tal y como vemos. Incluso generan imágenes y metáforas del mundo bien diferentes. El diferencialismo puede llegar a hacer de la Identidad y de la Diversidad unos mitos. El interculturalismo, por su lado, los puede llegar a hacer de la Globalidad y del mismo Mestizaje Cultural. Pero entre la interculturalidad y el resto de opciones posibles del pluralismo cultural, siempre actúa a favor del primero un criterio básico y distintivo: que las culturas nunca son "impermeables" unas con las otras, es decir, nunca son inconmensurables entre sí, y que por tanto siempre hay, o debemos saber encontrar, algún punto u otro en que son comparables. La ciencia continúa encargándose de descubrir estos puntos comunes, y la ética intercultural, más allá de las fronteras, es la solicitada para desarrollarlos.
· Dinámica Cultural
La dinámica mundial está signada por procesos culturales que nos muestran cómo se “mueve” o “circula” la cultura en las diferentes sociedades. Los procesos de dominación de sectores hegemónicos se hacen cada vez mas presentes en todo quehacer humano. En tal sentido es necesario determinar el tipo de proceso que se daría dependiendo de la respuesta que dé el grupo dominado en esta situación dialéctica.
Al respecto González E. (1977) señala.
Entendemos como Dinámica cultural de las sociedades Estado-nación: la Transculturación (entendida literalmente como transporte de culturas) permanentemente presente en las sociedades tanto hacia su interior como hacia su exterior, la cual adopta dos modalidades básicas: Aculturación y Conculturaciòn. (p.145)
El concepto de transculturación fue acuñado por el antropólogo cubano Fernando Ortiz (1940). Este término se refiere al proceso que ocurre cuando dos o más culturas comparten y mezclan las cosas de sus culturas.
Al respecto, Ortiz(1940) señala
“Entendemos que el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque este no consiste solamente en adquirir una distinta cultura, [que es la aculturación], sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o el desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse de una parcial deculturación, y, además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse de neoculturación (. . .) En toda mezcla de culturas sucede que en la cópula genética de los individuos: la criatura siempre tiene algo de ambos progenitores, pero también siempre es distinta de cada uno de los dos. En conjunto, el proceso es una transculturación y este vocablo comprende todas las fases de su parábola."(Ortiz, p. 103)
Según Ortiz, la transculturación es un conjunto de transmutaciones constantes; es creadora y jamás acabada; es irreversible. Siempre es un proceso en el cual se da algo a cambio de lo que se recibe: las dos partes de la ecuación son modificadas. Emerge de ella una nueva realidad, que no es un mosaico de caracteres, sino un fenómeno nuevo, original e independiente
Cuando se trata de cultura o de identidades culturales, el término transculturación es más adaptado que cualquier otro al contexto americano, porque la idea de un simple fenómeno de Deculturaciòn (eliminación de cultura) y aculturación (imposición de cultura) es prácticamente inaplicable en las diversas sociedades del continente, considerando la dimensión continental de las situaciones y los asuntos relacionados con los movimientos demográficos y migratorios, el desquiciamiento de las fronteras nacionales, así como la circulación mediática de la información y de los productos culturales tanto internacionales como locales
Entonces, Aculturación, podría significar el proceso por el cual, utilizando la fuerza militar, económica, ideológica, etc., un grupo determinado culturalmente, impone sus valores a otra cultura que se ve y siente diferente. Deculturaciòn, como proceso pre o post aculturación significaría entonces, minimizar, degradar, desvalorizar, negar o suplantar, por parte de un grupo dominante, la cultura de los dominados con el afán de reducirlo a su mínima expresión y quitarle legitimidad al sistema cultural de un pueblo, con el objeto de controlarlo o explotarlo por ser diferente.
Cuando se asume un convenimiento de intercambio de sentido y significación entre e intra grupos sociales cuyo objetivo sea el enriquecimiento mutuo de la personalidad de los sujetos sociales involucrados, estaremos hablando de Conculturación o Asimilación ; es decir un encuentro que genere un enriquecimiento de la cultura sin la previa pérdida de ésta por procesos de aculturación y deculturación. Es una toma voluntaria y espontánea de aquellos elementos culturales que sean beneficiosos para el colectivo.


Referencias bibliográficas
González O. E. (1997) Algunas observaciones al uso del concepto de cultura en al antropología. En Diez Ensayos sobre cultura venezolana. Tropykos, Caracas
González O. E. (1992) Ensayos sobre la cultura urbana caraqueña.. CISCUVE, Caracas
Ortiz, F. (1940). Introducción al Contrapunteo Cubano del tabaco y el azúcar. Estudios Afrocubanos Habana
Pané, R. (1977). Relación acerca de las antigüedades de los indios. Edic. UCO. México
Fuentes electrónicas recomendadas
Lectura Básica recomendada
González O. E. (1997) Algunas observaciones al uso del concepto de cultura en al antropología. En Diez Ensayos sobre cultura venezolana. Tropykos, Caracas

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