EL RESCATE
DEL INFORME MC BRIDE Y LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO ORDEN MUNDIAL DE LA
INFORMACIÓN
Dr. Javier Esteinou Madrid
Investigador Titular del Departamento de
Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad
Xochimilco, México, D.F.
Con motivo de la celebración internacional del XXV
aniversario del Informe Mac Bride, es conveniente reflexionar sobre las
aportaciones y repercusiones que provocó para evaluar que tanto se cumplió el
espíritu de tan trascendente propuesta político-cultural sobre las directrices
de comunicación para las sociedades contemporáneas del siglo XX. Para ello, es
necesario recuperar el caudal de ideas y alternativas que aportó en los años
80s. aquel importante debate pionero a escala mundial para intentar crear un
Nuevo Orden Mundial de la Comunicación.
Ante ello, es necesario recordar que en 1980 el irlandés
Sean Mac Bride, fundador de Amnistía Internacional y premio Lenin y Nobel de la
paz, preparó la propuesta denominada Informe Mac Bride con el fin de estudiar
los principales problemas de la comunicación y que fue aceptado por consenso en
la Conferencia General de la UNESCO, en Belgrado. Durante el proceso de
gestación del Informe Mac Bride, la UNESCO fue escenario de fuertes tensiones
entre países partidarios y detractores por intentar promover políticas
nacionales de comunicación, hasta el extremo de convertirse en un factor clave
para comprender la posterior salida de los Estados Unidos y el Reino Unido de
la UNESCO. Estas posiciones se aglutinaron en relación a dos conceptos
antagónicos durante décadas y continúan hasta la actualidad: Nuevo Orden
Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) v.s Libre Flujo de la
Información (free flow of information).
Examinando la vigencia de los planteamientos formulados
hace 25 años por el Informe MacBride; hoy podemos decir al principio del siglo
XXI, que dichos postulados no se han satisfecho y siguen siendo plenamente
vigentes para la agenda política, cultural e informativa de la sociedad del
nuevo milenio, especialmente, cuando hoy se discute en Ginebra y el Túnez, en
la UNESCO el proyecto de elaboración de la nueva Sociedad de la Información. En
consecuencia, su marco y visión comunicativa de la sociedad, en la mayor
cantidad de los rubros propuestos siguen pendientes de construirse y deberá ser
una directriz central que tendrán que rescatar el corazón de los proyectos de
cultura y comunicación contemporáneos para construir naciones y comunidades
humanas más equilibradas.
Dentro de los muchos planteamientos que formuló hace más
de dos décadas el Informe MacBride, destacan, entre otros, por su importancia
vertebral para ser retomados en la actualidad, particularmente después de que
los Estados Unidos se volvió a incorporar a la UNESCO el 1 de octubre de 2003;
los siguientes 5 aspectos: La unidireccionalidad de la comunicación, la
concentración vertical y horizontal, la trasnacionalización, la alineación
informativa y la democratización de la misma.
En cuanto a la unidireccionalidad de la comunicación, el
Informe MacBride, señaló que “la comunicación es un intercambio permanente
entre interlocutores iguales o al menos recíprocamente responsables. La
comunicación basada en un intercambio y un diálogo libres, no solamente es más
auténtica y más humana, sino que además constituye una mejor salvaguarda de la
armonía social” 1.
Sin embargo, también existe la circulación de la
información que es vertical en lugar de horizontal y se efectúa, en parte, en
una sola dirección, de arriba abajo. Esta concepción de la comunicación tiende
a eclipsar el objetivo, igualmente importante que consiste en fomentar el
acceso y la participación del público. En éste modelo el hombre y la mujer
corrientes se sienten excluidos y piensan que la destreza y el material
profesional son condiciones indispensables para la comunicación.
La comunicación de tipo estrictamente vertical
caracteriza a las sociedades que se basan en un sistema de estratificación
social rígido, jerárquico y selectista. Los sistemas de información muy
centralizados y rigurosamente controlados de circulación vertical, dirigida de
arriba abajo, están admirablemente adaptados a las sociedades que reprimen la
disensión y la discrepancia con respecto a la política oficial y a los que imponen
unos modos de comportamiento.
En las sociedades adelantadas, la circulación vertical
produce un volumen considerable de información. Pero esta información suele
ofrecerse sin discernimiento, sólo va dirigida a un público preciso y definido
y no ha sido concebida en función de exigencias y necesidades humanas. Por
ello, se ha hablado de una carga excesiva de información, que puede convertirse
en fuente de confusiones mentales, alineación, repliegue en uno mismo y
pasividad.
En la actualidad esta realidad que se describió hace 25
años sigue existiendo con las mismas características en el terreno comunicativo
nacional e internacional. Por ello, es conveniente adoptar las medidas que
desde más de dos décadas recomendó el Informe MacBride, para evitar la verticalidad
de la comunicación, y que al respecto señaló que para transformar esta
situación, es necesario acelerar la participación creciente de un mayor número
de personas en las actividades de comunicación, para facilitar el progreso de
las tendencias a la democratización de todo el proceso de comunicación y una
expansión de las corrientes de información pluridireccionales, procedentes de
una multitud de fuentes: hacia arriba, hacia abajo y horizontalmente2.
En cuanto a la concentración vertical y horizontal de la
comunicación, el Informe MacBride, señaló que “la industrialización tiende a
estimular la concentración de la comunicación mediante la formación de
monopolios u oligopolios en materia de acopio, almacenamiento y difusión de la
información. La concentración actúa en tres direcciones: a) integración
horizontal y vertical de empresas que actúan en el sector informativo y
recreativo; b) participación de empresas pertenecientes a ramas industriales
diferentes e interesadas por la expansión de los medios de comunicación social
(cadenas de hoteles o de restaurantes, compañías aéreas, constructores de
automóviles o empresas mineras interesadas por la prensa, producción de
películas e incluso por el teatro); y c) fusión e interpenetración de diversas
industrias de la información (creación de grandes conglomerados que abarcan
múltiples medios de comunicación social).”3.
Aunque a veces se debe a razones o presiones políticas,
en los principales sectores de la comunicación, “la concentración viene
provocada sobretodo por las condiciones que rigen la obtención de beneficios en
los mercados nacionales y mundiales, y por la circulación de capitales. La
concentración se deriva de varios factores, como son: a) las tendencias
fundamentales de las economías de mercado; b) las tendencias a la
homogenización de la información, de las mensajes y del contenido; c) las
presiones económicas derivadas de los cambios técnicos en materia de edición y
distribución; d) la presión de la competencia para obtener ingresos derivados del
tiraje y la publicidad; e) la competencia entre los diferentes medios de
comunicación social; f) la uniformización de los “productos culturales”; g) la
existencia de periódicos que no responden a una necesidad económica o social
precisa; h) el aumento de los gastos de producción y la reducción de los
ingresos publicitarios; i) la fusión organizada de periódicos; j) los acuerdos
administrativos, las medidas de fomento financiero, y las normas fiscales que
van en detrimento de las empresas independientes; k) los procesos recesivos
generales; y m) la inexistencia de nuevos recursos financieros” 4.
En los países industrializados, la concentración sigue
rumbos muy diversos, como son: a) apropiación creciente de los medios de
comunicación social por el sector privado; b) extensión de distintas empresas
en diferentes campos (noticias, productos culturales, producción de medios de
programación y fabricación de material destinado a la industria de la
comunicación); c) aumento del numero y de la importancia de las cadenas de
periódicos; d) concentración de diarios y de diversas publicaciones periódicas
diarias, semanales, mensuales en mismo editor; e) fusión de periódicos y de
sociedades de distribución; f) control de la prensa por industrias o bancos; g)
fusión de la prensa con otros órganos de información; y h) importancia
creciente de las actividades de los medios de comunicación social dominantes5.
Dicha realidad que se expuso hace más de dos décadas
sigue existiendo con las mismas características en el actual mapa comunicativo
nacional e internacional. Por ello, es conveniente adoptar las medidas que
recomendó el Informe MacBride, para evitar la concentración de la comunicación,
y que al respecto señaló que “es necesario tomar medidas jurídicas eficaces
para: a) limitar la concentración y la monopolización; b) conseguir que las
empresas transnacionales acaten los criterios y las condiciones especificas
definidos en la legislación y en la política de desarrollo nacionales; c)
invertir la tendencia a la reducción del número de responsables cuando esta
aumentando la eficacia de la comunicación y la dimensión del público; d)
reducir la influencia de la publicidad sobre la redacción y los programas de
radiodifusión; y e) perfeccionar los modelos que permiten fortalecer la
independencia y la autonomía de los órganos de información en materia de
gestión y de política de redacción, independientemente que sean privados o
públicos”6.
En cuanto a la trasnacionalización de la comunicación, el
Informe MacBride, señaló que “en el plano internacional los modelos de
comunicación se parecen mucho a los demás que se aplican en los demás sectores
de la vida económica. El fenómeno de la transnacionalización ha afectado
prácticamente a todo el sector de la comunicación, de forma que la producción,
los servicios y los mercados periféricos son controlados mayoritariamente por
los centros hegemónicos”7.
En resumen, “la industria de la comunicación está
dominada por un número relativamente pequeño de empresas que engloban todos los
aspectos de la producción y la distribución, están situadas en los principales
países desarrollados y sus actividades son transnacionales. La concentración y
la transnacionalización son consecuencias, quizás inevitables, de la
interdependencia de las diferentes tecnologías y de diversos medios de
comunicación, del costo elevado de la labor de investigación y desarrollo y de
la aptitud de las firmas más poderosas cuando se trata de introducirse en
cualquier mercado. Estas tendencias existen en muchas industrias, pero la
comunicación constituye un sector especial. Los medios de comunicación
transnacionales ejercen una influencia capital sobre las ideas y las opiniones,
sobre la evolución, para bien o para mal, de todas las sociedades. De ésta
manera, a las empresas transnacionales les incumbe una responsabilidad especial
en el mundo actual, ya que su posición dominante en materia de información hace
de ellas un elemento de la estructura que determina el desarrollo de los
modelos económicos y sociales y la sociedad tiene derecho a insistir que la
asuman”8.
Esta realidad diagnosticada internacionalmente hace 25
años por el Informe McBride continúa existiendo en la actualidad de manera
ampliada a todos los niveles comunicativos. Por ello, con miras a contribuir a
salvaguardar la democracia interna y a fortalecer la independencia nacional es
necesario considerar las siguientes 5 alternativas para fortalecer las
políticas de comunicación en los países desarrollados:
Primero, es necesario formular una política cultural nacional
encaminada a fomentar la identidad y la creatividad culturales, recurriendo a
los medios de comunicación social como sus instrumentos de apoyo. Semejante
política debe incluir directrices que salvaguarden el desarrollo cultural
nacional, al mismo tiempo que faciliten el conocimiento de las demás culturas.
Cada cultura realza su propia identidad comparándose con las demás.
Segundo, las políticas de comunicación y cultura deberían
de facilitar el acceso a los medios de comunicación social, tanto de los
creadores como de diversos grupos que están en la base de la sociedad, para que
puedan expresarse y hacer oír su voz; lo cual constituiría una base de dialogo
cultural permanente entre las diversas comunidades.
Tercero, se requiere formular directrices compatibles
entre el contenido de la publicidad, los valores y actitudes que fomenta; y los
proyectos de identidad y desarrollo de las sociedades donde actúan.
Cuarto, ciertas restricciones de la concentración de los
recursos pueden ser de interés público. Por ello, un requisito indispensable es
que el público pueda conocer las estructuras de propiedad de los medios de
comunicación social.
Y quinto, debe formularse normas básicas, directrices o
un código de conducta relativos a las actividades de las empresas
transnacionales para velar que no descuiden o no coloquen en peligro los
objetivos nacionales y los valores socioculturales de los países que las
acogen. A éste respecto la Comisión Sobre las Empresas Transnacionales de las
Naciones Unidas debería dedicar especial atención a las implicaciones de las
implicaciones de las actividades de éstas empresas en los campos de la
comunicación, la información y la cultura”9.
Con la aplicación de estas medidas y otras más, se podría
balancear el desmedido peso ideológico y educativo que ejercen las empresas
transnacionales sobre las estructuras culturales y sociales de la periferia
donde actúan.
En cuanto a la alineación informativa, el Informe
MacBride, destacó que “al mismo tiempo que prolifera el desarrollo de las
comunicaciones en los últimos años poniendo al mundo exterior al alcance de
millones de personas que antes vivían en comunidades aisladas; ahora surgen dos
preocupaciones centrales. Primero, el desarrollo de la comunicación puede
convertirse en una amenaza para la calidad de la cultura y de los valores que
ésta encarna. Segundo, la apertura indiscriminada a nuevas impresiones
transmitidas por los medios de comunicación de masas, aleja al público de su
propia cultura”10.
En éste sentido, debido a la “rapidez y al impacto de la
explosión de la comunicación social se han observado efectos nocivos. La
concepción de la realidad de mucha gente queda obscurecida o deformada por
mensajes de los medios de comunicación social. El rápido aumento del volumen de
información y distracciones ha traído consigo un cierto grado de homogenización
de las diferentes sociedades, al paso que paradójicamente los individuos pueden
quedar mas radicalmente cortados de la sociedad en que viven, debido a la
penetración de los medios de difusión en sus vidas. La introducción de nuevos
medios, en particular de la televisión, en las sociedades tradicionales ha
zarandeado las costumbres seculares, las prácticas culturales ancestrales, las
aspiraciones sociales y los modelos económicos. Con mucha frecuencia lo
benéfico de la comunicación moderna que difunden deformaciones y distracciones
insólitas producidas en las ciudades, conllevan influencias negativas que
perturban el orden social. En casos extremos, los medios de comunicación han
pisoteado y deformado modelos socioeconómicos que tenían varios siglos de
antigüedad”11.
La súbita “introducción de los medios de comunicación de
masas ha reforzado que las comunicaciones interpersonales resulten mas
difíciles y tensas. Debido a que la información de los medios llega a millones
de individuos éstos ejercen una influencia común en los públicos de las
ciudades, de los suburbios y del campo y sobre personas que tienen convicciones
ideológicas y religiosas diferentes y que proceden de estratos étnicos muy
diversos. Así, los estilos de vida, las costumbres, los hábitos, los gustos,
las preferencias, las creencias y las opiniones tienden a deformarse en
detrimento de la variedad y el individualismo. Con apoyo de las industrias
audiovisuales, las empresas transnacionales han introducido en la periferia
cosmovisiones extranjeras perjudiciales para la estructura de valores locales
fundamentales12”.
Frente a ésta añeja realidad el Informe MacBride señaló
que “es necesario que los gobiernos y los órganos de poder instrumenten las
siguientes 6 políticas generales: Primero, el establecimiento de un sistema de
comunicación nacional como requisito para salvaguardar una cultura floreciente.
Segundo, los medios de comunicación social deben quedar totalmente ensamblados
en el sistema de comunicación, que a su vez, debe tener las características
privativas del país y conciliar los medios tradicionales de comunicación y los
modernos. Tercero, para garantizar la supervisión, el desarrollo y la eficacia
de la pluralidad comunicativa, los medios tradicionales de información deben
actuar de forma imbricada con los modernos. Cuarta, de debe fortalecer la
comunicación interpersonal para horizontal para atenuar los excesos de la comunicación
vertical. Quinta, se debe fomentar las culturas endógenas frente a la intrusión
de culturas externas y modernas. Finalmente, sexta, es prioritario desarrollar,
vía los canales de difusión, las lenguas nacionales que en muchos países han
cedido su lugar a lenguas coloniales13”.
Finalmente, en cuanto a la democratización de la
comunicación, el Informe MacBride, señaló que “los derechos humanos no puede
existir sin la libertad de palabra, de prensa, de información, y de reunión. La
transformación de esas libertades en un derecho individual o colectivo más
amplio a comunicar es un principio evolutivo en el proceso de
democratización”14.
Las necesidades de “una sociedad democrática en materia
de comunicación deben quedar satisfechas mediante la formulación de derechos
específicos tales como el derecho a ser informado, el derecho a informar, el
derecho a la protección a la vida privada y el derecho a participar en la
comunicación pública, que encajan todos ellos en el nuevo derecho a comunicar.
En vísperas de lo que cabría calificar de una nueva era en materia de derechos
sociales, todas las implicaciones del derecho a comunicar deben ser el objeto
de un minucioso análisis”15.
Por sus inmensas posibilidades “de influir en el espíritu
y en el comportamiento de los individuos, la comunicación puede ser un modo
vigoroso de promover la democratización de la sociedad y de ampliar la
participación de los ciudadanos en la adopción de las decisiones. Esto depende
de las estructuras, de las prácticas y de la gestión de los medios de
comunicación social, así como de la medida en la cual faciliten un más amplio
acceso a la comunicación, al abrirla a un intercambio de libre de ideas, de
informaciones y de experiencias entre interlocutores situados en un plano de igualdad,
sin predominio alguno ni discriminaciones”16.
Sin embargo, 25 años después de difundirse el Informe
McBride, hasta el momento, estos aspectos se encuentran muy lejos de haberse
alcanzado. Ante ello, el Informe planteó la necesidad de considerar los siguientes
aspectos:
1.- Que los países “amplíen las fuentes de información
que necesitan los ciudadanos en su vida cotidiana. Se requiere emprender un
examen minucioso de las leyes y reglamentos vigentes para reducir las
limitaciones, las cláusulas secretas y las restricciones de diversos tipos en
las prácticas de información”17.
2.- Se debe abolir la censura o el control arbitrario de
la información. En los sectores en los cuales estén justificadas unas
restricciones razonables, éstas deberían quedar definidas en una ley, su
aplicación estar sometida al control judicial y ceñirse a los principios
formulados en la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de
Derechos Humanos y en los demás instrumentos que adopte la comunidad de
naciones”18.
3.- Los obstáculos y las restricciones que se derivan de
la concentración de la propiedad de los órganos de información,
independientemente de que sean públicas o privadas, merecen analizarse con toda
profundidad para encontrar sus vías democratizadoras. Se debe proceder a un
examen critico del problema de las condiciones financieras que se imponen a los
órganos de información y de las medidas adoptadas para reforzar la
independencia de la redacción”19.
4.- Por último, se deben tomar medidas jurídicas eficaces
para limitar la concentración y monopolización; conseguir que las empresas
trasnacionales acaten los criterios y las condiciones específicas definidas en
la legislación y en las políticas de desarrollo nacional; invertir la tendencia
a la reducción del número de responsables cuándo está aumentando la eficacia de
la comunicación y la dimensión del público; reducir la influencia de la
publicidad sobre la política de redacción y los programas de radiodifusión; y
perfeccionar los modelos que permiten fortalecer la independencia y autonomía
de los órganos de información”20.
Con el rescate de los postulados básicos que promovió el
Informe MacBride se debe replantear la construcción de un nuevo orden mundial
de la información que equilibre los enormes desajustes comunicativos y
culturales que está ocasionando la aplicación indiscriminada de la Ley del
Mercado Informativo sin contrapesos reguladores. De lo contrario, cada vez más
se formará una cultura y comunicación salvajes que no impedirá sobrevivir a los
seres humanos del siglo XXI.
Notas:
1 Un solo Mundo. Voces Múltiples. Comunicación e
Información en Nuestro Tiempo, Sean MacBride, Fondo de Cultura Económica (FCE)
y UNESCO, México, D.F., 1980, paginas, 260 a 262.
2 Ibid, paginas 264.
3 Ibid, paginas 184 a 185.
4 Ibid, paginas 184 a 185.
5 Ibid, paginas 186 a 187.
6 Ibid, pagina 453.
7 Ibid, pagina 189.
8 Ibid, pagina 190 a 197.
9 Ibid, pagina 197 y 198.
10 Ibid, pagina 278.
11 Ibid, pagina 279 y 280.
12 Ibid, pagina 279 y 280.
13 Ibid, pagina 281 a 288.
14 Ibid, pagina 449
15 Ibid, pagina 450.
16 Ibid, pagina 451.
17 Ibid, pagina 451.
18 Ibid, pagina 451.
19 Ibid, pagina 452.
20 Ibid, pagina 453.
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