viernes, 11 de enero de 2019

50 ASPECTOS QUE LOS POLÍTICOS Y EJECUTIVOS NECESITAN MEJORAR EN ORATORIA.


50 ASPECTOS QUE LOS POLÍTICOS Y EJECUTIVOS NECESITAN MEJORAR EN ORATORIA.
DANIEL COLOMBO
https://www.danielcolombo.com/oratoria-50-aspectos-que-los-politicos-y-ejecutivos-necesitan-mejorar-por-daniel-colombo/

En los últimos 20 años me he especializado en preparar oradores para todo tipo de empresas, políticos –incluyendo algunos que han sido o son Presidentes de sus países, ministros y candidatos en altos puestos de gobierno-, y profesionales de diferentes áreas, con más de 1000 personas entrenadas.
Siempre es una experiencia maravillosa y sorprendente comprobar el potencial humano para avanzar y aprender lo nuevo; integrarlo a su propia personalidad y definir un estilo de comunicación oral y gestual único, propio y que lo representa.

También es sorprendente observar cómo los modelos que estuvieron vigentes durante siglos, en ciertas personas parecen estar tan arraigados que no se animan a probar algo nuevo: y eso es doblemente desafiante, porque necesitan tomar conciencia de esa limitación que los aleja del público, flexibilizarse y luego, encauzar su propia forma como oradores de éxito. Incluso en Argentina, los modelos de comunicación dictatoriales se siguen utilizando hoy en intendentes, gobernadores y hasta las máximas autoridades del país.

Este artículo contiene algunas de las claves que pude experimentar con ellos. Gracias a estos hombres y mujeres, puedo comprobar diariamente el enorme potencial de cambio que todos tenemos… si nos animamos a entrenarnos en forma profesional.

¿Por qué menciono lo profesional? Sencillamente, porque alguien que no tenga la suficiente experiencia combinada en oratoria, vocería, profundos conocimientos de los procesos de comunicación en su espectro más amplio, y posibilidad de mirar el conjunto del ámbito en el que se mueve el cliente, es prácticamente imposible que pueda traspasarle los conocimientos para que se produzca el click en su personalidad, que le permita expresarse más abierta, clara y certeramente.
Hoy asistimos a un torbellino de mensajes que nos abruma y nos agota. Por eso es muy necesario, más que nunca, afrontar al público con nuevas herramientas. Los manuales clásicos de oratoria, los cursos de personas que no se han preparado para ello, y los formatos de hace casi dos siglos, quedaron en desuso.
Las nuevas formas de comunicación combinan mucho que una lista de elementos técnicos y de “forma”: necesitan del coaching de vanguardia –especialidad que vengo ejerciendo desde el 2000 en adelante en paralelo a la consultoría en comunicaciones y el entrenamiento de voceros y media-coaching-.


Como coach de altos ejecutivos de empresas, y otros con responsabilidades sobre países, ciudades y organismos internacionales, sé que se puede lograr un resultado superador, y con resultados altamente satisfactorios en todos los casos.

Recuerdo el caso de un alto ejecutivo con muchas dificultades para hablar ante pequeños y grandes grupos. Al cabo del segundo mes, con un encuentro cada 15 días, estaba dando conferencias; al tercero, dando testimonio en un video institucional; y luego, superados los limitantes que traía desde adolescente, pudo ejercer su habilidad de comunicador en cualquier situación corporativa, ante los medios, e incluso en situaciones de crisis.

¿Cómo se logra? Con la guía de un profesional entrenado y experimentado. Paso a paso, como todas las cosas en la vida. Los resultados no son mágicos ni de un día para otro; pero sí 100% garantizados.
Algunas claves para políticos… y para todo el mundo

Aquí resumo algunos tips generales de estos 20 años entrenando a casi 1000 oradores de todo tipo. Están pensados para discursos políticos, aunque son de aplicación práctica para todo tipo de voceros. No llevan un orden lógico; solamente buscan provocar para que consideres las oportunidades de mejora que te llevarán a estar mejor plantado y posicionado ante el público que tenés que afrontar  (y digo “afrontar”, no “enfrentar”).

Espero que a ti también te sirvan:
1. Gritar no es enfatizar.  Cuanto más alto grite un político, la caída de su credibilidad es directamente proporcional.
2. El principio de reforzar ideas se basa en los conceptos, y no en fantasías. La gente consume mucha información, y ya puede discernir qué creer.
3. Arengar al estilo de siglos pasados no funciona en esta época. Hay que tocar el #corazón cuando hablamos ante el público.
4. Si el auditorio/público no te “siente” conectado de verdad con tu Ser, no te cree.
5. La extensión de tu discurso es directamente proporcional al fracaso de tu gestión. Lo que digas, si breve, 100 veces contundente.
6. Pide disculpas por los errores. Es una gran clave para meterte al público en el bolsillo. Generarás sensibilidad, empatía, fortaleza en tu imagen y capitalizarás los traspiés.
7. No es conveniente contar anécdotas que no le dan contenido a tu discurso. Lo excesivo, agota y pierde interés.

8. Un buen comienzo y un buen final, más una buena historia, breve, es todo lo que se necesita para despertar conciencias.
9. Dí cosas que la gente sepa que son verdad. Esto significa que manipular cifras y datos, así como decir cosas que sólo para ti son realidad, no sirve a la hora de comunicar eficazmente.
10. No busques que te aplaudan: deja que te aplaudan si el auditorio lo considera apropiado.
11. Sé sensible y humano al conectarte con tu público. Si en los primeros 15 segundos no tocaste tu #corazón eres un fracaso comunicando.
12. No te enfoques en la crítica a los demás. Construye tu propia empatía con el público sobre la base de la realidad.
13. No golpees el estrado o la mesa: ya tenemos demasiados golpes en la vida como para que venga otro a agredirnos, por relevante que sea.
14. Sé suave. Contigo y con los demás.
15. Invita a razonar contigo mientras haces tu discurso. Desarrolla la inteligencia y no subestimes a tu público: somos mucho más inteligentes de lo que tú crees.
16. Cuando mientes se nota al instante.
17. Tus gestos hablan hasta un 90% más que tus palabras. Si estás nervioso o alterado, la gente se desconecta automáticamente.
18. No inventes “casos sensibles” para movilizar al público. Relata hechos verdaderos, y desde allí, transmite tu mensaje.
19. No compres los servicios de aplaudidores; posiblemente esa gran masa de público serán tus peores voceros, ya que no tendrán ningún reparo en desparramar por todos lados que les pagaste para que te aplaudan y que tenían cierto guión marcado para hacer su parte en lo que definirán como un “show” con puesta en escena.
20. Varía en tus citas. No menciones siempre las mismas referencias. Si como orador te miras siempre el ombligo al público no le interesa.
21. Felicita acciones valorables, incluso de aquellas personas o instituciones con las que no estés de acuerdo.
22. Descubre focos de atención dentro de la multitud. Trabaja con esa energía para darle potencia a tu mensaje.
23. El mensaje debe ser claro, transparente y dar confianza. Si no se cumplen estos 3 atributos, estás fracasando y sólo parecerá una buena actuación.

24. No sobreactúes tu discurso. Sé natural, medido y mesurado. La calidez gana al egocentrismo y permite que te pongas a la par como uno más.
25. No creas todo lo que te dicen los asesores: 95% de ellos querrá agradarte; otro 4% no te dirá nada por miedo a que los despidas, y sólo 1% será honesto contigo.
26. Crea climas con tus palabras, gestos y entonación. No fuerces el ritmo. Respira y entrégate de corazón a tu público: eso se nota y se aplaude.
27. No coloques aplausos grabados mientras tu público aplaude, para que “suenen más fuertes”. Deja que la gente se exprese como quiera. Y maneja la situación.
28. No hay problema en que leas parte de tu discurso: no todos son buenos improvisando; de hecho, es un recurso muy poco frecuente.
29. Si eres bueno o buena improvisando, tené cuidado y no te confíes demasiado: podrás decir cosas totalmente imprecisas, por lo cual te pasarán la factura.
30. No hagas catarsis con el público: no son tus terapeutas. Busca ayuda profesional si la necesitas, pero el público no te querrá por tus problemas, sino por tus soluciones y aportes constructivos. Dar lástima te convierte en un ser más desvalido. Resignifica lo doloroso en aspectos positivos, y desde allí, transmite tu discurso.
31. No hables de aspectos íntimos: a nadie le importa saber si estás disfónico, si te duele una muela o si comiste milanesas. El pueblo espera otras cosas de vos: espera obras y resultados, no tu vida personal.
32. Si estás con sobrepeso (¡y el poder sí que engorda!; basta con observar fotos donde más del 60% de los funcionarios tienen muchos kilos de más) es necesario que cuides tu vestimenta más que nunca. No para disimular, sino para no causar situaciones desagradables.
33. Mirá de frente y a los ojos en el caso que hables con periodistas. Ser hiperkinético en estos casos revela que estás nervioso y no sabés qué responder.
34. No hables a la cámara en televisión salvo que estés expresando condolencias o un mensaje personal directo al público: si hay un periodista o entrevistador, tu obligación es ser humilde y hablar con esta persona, que es el “puente” con el público aunque no te guste.
35. Incluye a todo el público, y no sólo a tus aplaudidores.
36. No te rías ni sonrías al comunicar noticias desagradables o dolorosas. Controla tus nervios y la ansiedad.

37. Si das malas noticias, evita mostrar de fondo el logotipo de tu gestión, negocio, etc. Si das buenas noticias, podés plantarte sin problemas frente a dicha marca.
38. No esquives las preguntas difíciles: te recomiendo que las estimules y te las quites de encima desde el primer minuto.
39. Prepara no más de 3 o 4 mensajes claves y repítelos al menos tres veces durante una entrevista de –por ejemplo- cinco minutos.
40. Si das un dato, porcentaje o cifra, es tu deber disponer de la fuente o forma de certificarlo.
41. Si omites un dato e inflas resultados, la gente se da cuenta al instante: utiliza este recurso con mucha cautela.
42. Alinea tu mensaje con el de tus colaboradores: no hay nada peor que un funcionario de tu gestión o empresa diga algo opuesto a lo que desean comunicar.
43. Incluye a la prensa de cualquier situación de encuentro con vecinos, público, reuniones (excepto las que sean reservadas, y así lo comunicarás desde la misma convocatoria). Participa y fomenta una dinámica comunicacional de puertas abiertas, por más que te lleve más esfuerzo.
44. Siempre ve al punto de las cosas: no des rodeos, aunque siempre deberás mantener las buenas formas.
45. No uses eufemismos para referirte a las cosas: cuanto más directo, mejor. Por ejemplo, no es lo mismo decir “es falso” que expresar “faltó a la verdad”; “nosocomio” por “hospital”, “necrópolis” por “cementerio”, etc.
46. Evita todos los lugares comunes. Debilitan tu lenguaje.
47. Quítate el chip al hablar: busca ser espontáneo y directo, ubicándote frente a cada público al que te dirijas.
48. Entrena tu lenguaje: lee mucho, especialmente libros. Incorpora palabras que enriquezcan tu vocabulario y que, espontáneamente, puedas incorporarlas en tus exposiciones públicas.
49. Dedica un tiempo a revisar las grabaciones de los discursos; toma nota de lo que se puede mejorar.
50. Apoya lo que hables con imágenes: crea paisajes en la mente del público. De esta forma, comunicarás prácticamente todo el tiempo en forma inolvidable.

Mitos en la Oratoria

Es un mito considerar que las habilidades en oratoria son exclusivas de un reducido número de personas, que son difíciles de emular y mucho menos de igualar. También se hace  referencia  a otros cuatro mitos relacionados con la excelencia en la oratoria. La realidad en torno a la naturaleza de los expositores de alta calidad es que se hacen. Ningún expositor será capaz de lucirse sólo a punta de labia, es decir, sin práctica, sin auto-crítica, sin asesoramiento y sin una concienzuda preparación. Un observador agudo sabrá distinguir rápidamente entre un simple hablante sin argumentos,  armado de mera pirotecnia verbal y un argumentador que utiliza buenas técnicas de persuasión. Esto último tiene mucho que ver con una armoniosa combinación de conocimientos, energía, conciencia del público, originalidad y seducción. No se improvisa sin pagar un alto precio por ello.


Un segundo mito consiste en presumir que los expositores-estrella tienen una memoria portentosa, que todo lo tienen bajo control. Error. Hay muchas situaciones inesperadas que el expositor debe sortear con naturalidad y espontaneidad. Sí, naturalidad y espontaneidad son herramientas de gran poder, pero es preciso saber utilizarlas para no caer en la improvisación. A los públicos les encanta la espontaneidad, el comentario sorpresivo, aquello que suele llamarse “romper el libreto”, pero no se debe abusar de esta situación ni confiarse demasiado.

Dominio del tema e interacción exitosa con los públicos no equivalen, por tanto, a seguir al pie de la letra el guión, a la rigidez y a la perfección. Estos supuestos requerimientos, por lo general, intimidan a los expositores menos expertos y abonan el terreno para aquello que se conoce como el “pánico escénico”. Se generan visualizaciones negativas y tortuosas antes y durante la situación de exposición y el menos experto termina por sucumbir a los efectos de la auto-conciencia (¡me están mirando! ¡me están criticando! ¡estoy haciendo el ridículo!). Los oradores de alto desempeño, por el contrario, aprenden que la inspiración viene detrás de la preparación y que las chispas del ingenio y el apunte certero flotan a su alrededor cuando se combinan hábilmente las técnicas respiratorias, vocales, gestuales y retóricas.


Un tercer mito, muy arraigado en los viejos maestros de las instituciones universitarias, consiste en afirmar que es mucho más importante aquello que se dice —la sustancia— y no la forma en que se comunica —la envoltura, el toque estilístico—. Nada más alejado de la realidad. El humor, el lenguaje gráfico, la experiencia directa, la variación tonal y la descripción exacta de una situación tienen un efecto potentísimo en el ánimo y en la mente de la audiencia. La información descarnada, cuadriculada y desaliñada no seduce a ningún público de estos días. El preguntarse cómo se comunicará algo es tan esencial como la esencia misma. Muchos relatos, muchos conocimientos se habrían extraviado con el paso de los siglos de no ser porque alguna mente inquieta o traviesa resolvió algún día darles un “toque” especial.

Otro mito muy extendido, que impide a muchos líderes y oradores alcanzar el grado de excelencia, consiste en la errónea suposición de que el silencio y las pausas demuestran confusión, pérdida del control y nerviosismo. Por autosuficiencia o mal entrenamiento, estas personas suelen emitir un discurso apresurado y a veces desbocado con la intención de mostrar que se tiene plena autoridad sobre el tema, o que la rápida sucesión de ideas brillantes provocará admiración y adhesión. No hay tal. La mejor comida puede indigestar a cualquiera. En varias ocasiones he asistido a charlas de personas expertas en su campo, estudiosas y muy bien preparadas que desconocen por completo la poderosísima técnica de las pausas calculadas. Se fatigan innecesariamente y fatigan a su público al servirles el desayuno, el refrigerio y la comida a la vez. Desde luego, ignoran que la pausa permite reflexionar en lo que se acaba de decir y en lo que se dirá después. El efecto “mágico” de la pausa contribuye en gran medida a alcanzar el gran propósito de cualquier presentación efectiva: retener y refrescar la frágil atención del público.

Finalmente, subsiste el mito de la “actuación”. “¿Cómo que debo actuar, si estaría dejando de ser yo mismo?”, alegan los inexpertos. Resulta que la situación de exposición es una pose, una manera de estar, tal como ocurre cuando asistimos a una fiesta de gala o a una de disfraces. Sí, no cabe duda: debemos aprender ciertos trucos de presentación que, a primera vista, podrán parecernos excesivos o fingidos, pero los líderes y expositores de primera categoría han aprendido que la percepción del público es muy diferente. Para el auditorio, estas personas con gestualidad enérgica proyectan algo que necesitamos inculcar con urgencia en los empleados de nuestras compañías: pasión, capacidad de comunicación y alto compromiso.

La Oratoria y su importancia.

La Oratoria y su importancia.

El lenguaje es el instrumento por el que se controla la comunicación verbal. La persona es lo que expresa, por lo que hablar con corrección es de gran importancia. Fluidez verbal, elocuencia, concisión, ritmo, tono, pausas, son fundamentales para conseguir una buena oratoria y ofrecer la mejor imagen de uno mismo. Ya lo decía Sócrates: "Habla para que te conozca".

La mayoría estaríamos de acuerdo en considerar que la comunicación es trasmisión de información. Información en sentido amplio: ideas, emociones. Los mensajes que damos no sólo son verbales sino, simultáneamente, no verbales. Y esto es cierto pero la comunicación es algo mucho más profundo y serio. A través de ella decimos a nuestro entorno quién somos, qué nos preocupa, cómo queremos ser tratados y hasta cierto punto lo que creemos de nosotros mismos. Nuestros pensamientos, nuestras creencias configuran cómo nos vamos a comunicar.
Observe el lector su cuerpo cuando se “siente seguro”. Probablemente sus hombros estarán hacia atrás, su espalda recta, su mandíbula ligeramente hacia arriba. Camine así por la calle y estará, sin hablar, generando efectos muy determinados: trasmitirá seguridad. Pruebe a caminar con los hombros encogidos, mirando al suelo, con la comisura de los labios hacia abajo, verá que los efectos que genera en los demás y en sí mismo son muy distintos.
Mejorar la comunicación no es sólo trasmitir correctamente sino “pensar y pensarnos” de una manera diferente. Es decir, tener inteligencia emocional.
Y es que este déficit en comunicación ya viene desde el colegio. La mayoría de estudiantes universitarios, por ejemplo, ya vienen de serie con miedo a hablar en público. Sus intervenciones servirían para escribir un espléndido manual de lo que no debe de hacerse. En otros países los exámenes son orales. Cuidan esta habilidad porque saben de su relevancia. Miren los grados universitarios y se asustarán por la falta de este tipo de estudios. Por ejemplo, algo tan universitario como los grupos de debate brillan por su ausencia.
Nos indignamos cuando oímos que profesores con bajo nivel de inglés dan clases de ese idioma pero no nos planteamos el nivel que tienen en expresión oral. Hay que interesar a los niños, hay que ofrecerles modelos adecuados que puedan usar de modelo. El gran problema de expresarse es el miedo a la evaluación, a lo que los demás piensen de uno. Este miedo desemboca en ansiedad y cuando quitas esta ansiedad tanto el niño como el profesional empiezan a mejorar su destreza. El miedo a lo que pensarán de nosotros no solamente afecta cuando hablamos en público sino también cuando nos relacionamos en nuestra vida cotidiana.
Pero trabajar la comunicación no tiene por qué empezar en las escuelas. Hay que darse cuenta de los mensajes que trasmitimos. En los parques infantiles he visto secuencias interesantes. Ver a uno de los padres pegar a un niño diciéndole: “¡No está bien pegar”. Diciéndole a gritos:“Nogrites”.Loterribledelcasoesqueesospadres no se dan cuenta de que están comunicando al niño justo lo contrario de lo que quieren trasmitir. El mensaje real, fácilmente, se convierte en: “pega, grita”. En definitiva, “haz lo que hago pero no lo que te digo”.
Hace poco, tomando un café, un conocido me explicó que no saben qué hacer con su hija. Le dicen que estudie, que lea y no hace nada de eso. Estuve a punto de preguntarle: “¿Ella os ve leer o sólo decís que lea y vosotros veis sólo la televisión?”. Todo ello son mensajes que calan muy profundamente en los niños, en las personas. Hay que ser conscientes de cómo comunicamos y de los efectos que genera nuestra comunicación.
Cuando comunicamos estamos influyendo, estamos expresando a todos cómo pensamos, en lo que creemos, nuestros puntos fuertes y débiles. La persona insegura ¡comunica a la perfección su inseguridad! La tímida, al expresarse, enrojece, rehúye la mirada, quizás hasta tartamudee. Expresa perfectamente lo que en esos momentos siente. Aunque, probablemente, se sienta mal porque no quiere generar estos efectos. ¡No quiere comunicar cómo lo hace! Y ese sentirse mal acentuará su forma de interaccionar, es decir, en nuestro ejemplo, se sonrojara, hasta tartamudeará más. Y nos etiquetarán. Y nos tratarán en función de este etiquetaje. ¡Y sácate esta etiqueta de encima! Es más, es fácil que hasta esto contribuya a que uno se auto etiquete y se comporte con los demás en función de cómo se ha encasillado.
Es inevitable que la gente tome decisiones sobre nosotros según cómo nos expresemos y relacionemos. Imagínese el lector a todo un profesional con un currículum excelente pero, que en su entrevista de selección, no se expresa con claridad, no es coherente, se deja llevar por una emocionalidad que juega en su contra. ¿Lo cogería?
La mejora en la expresión oral pasa por muchos sitios, es cierto. Disponer de un buen vocabulario, saber lo que se quiere trasmitir etcétera. pero, fundamentalmente, pasa por vencer estas inseguridades. Cuando alguien me dice que “no sabe hablar en público” le contesto: “¿Cómo lo  haces para hacerlo mal? Yo sé lo que hago para hacerlo bien pero no sé qué haces tú para hacerlo mal”. ¡Se sorprenden! Quizás piensen que hablar en público es algo que está en el ADN ¡y no! Es puro método. ¿Para cuándo las asignaturas de expresión oral en los colegios?

La oratoria como arte o el arte de la oratoria

Aunque hace más de dos mil años se sabía que hablar en público y comunicarse con eficacia era clave para triunfar en la sociedad, en el mercado actual pocos son los centros y las universidades españolas que enseñan a sus alumnos el arte de la oratoria de Sócrates, Cicerón o Quintiliano. Por ello, algunas universidades, centros de emprendedores y cámaras de comercio han puesto en marcha iniciativas que están acercando a los estudiantes, emprendedores y profesionales a esta materia mediante conferencias, talleres y cursos de formación para potenciar sus habilidades en oratoria.
Hablar en público con eficacia y seguridad no sólo ayuda a crear mejores profesionales, empresas más competitivas o líderes capaces de elaborar discursos persuasivos, sino que también aumenta la autoestima y confianza personal, potencia las relaciones y permite desarrollar la inteligencia emocional, este es el mensaje que transmito a mis alumnos en los cursos que imparto sobre esta materia.
En nuestra sociedad no es difícil encontrar reuniones de trabajo interminables, clases donde los alumnos acaban aburridos o presentaciones que no cumplen las expectativas; todo ello debido a una falta de dominio de la palabra oral.
Aprender a sintetizar las ideas clave, conocer a nuestro interlocutor antes de hablar o preocuparnos por entregar algo útil al público son elementos clave para comenzar a mejorar nuestras habilidades de comunicación.
Comunicar bien la idea de un proyecto o servicio es clave para que consiga tener éxito. Se puede tener el mejor producto, pero si no sabes transmitirlo ni comunicarlo, nadie acabará por comprarlo. Será una idea más que ha quedado en el baúl del olvido. Para ello, lo mejor es realizar una excelente preparación, presentar la idea de proyecto a amigos, familiares y potenciales clientes, escuchar activamente sus opiniones y perfeccionar las partes que necesiten mejora.
Para perfeccionar el arte olvidado de la oratoria de Cicerón, empieza por analizar las técnicas de Steve Jobs, Barack Obama o las conferencias TED. Investiga, lee y fórmate sobre la materia. No basta con saber o aprender, sino que hay que ponerlo en práctica. Aprovecha la siguiente reunión o propon impartir conferencias.
Recuerda que cuanto más se practica, más experiencia se consigue y mejor se transmiten los proyectos.