Oratoria para ser un triunfador.
Pensamos que hoy en día con las entrevistas de trabajo, con
las presentaciones profesionales o con los exámenes de idioma entre otros, el
hablar en público, es decir la oratoria, es algo moderno y de radiante
actualidad. Nada más lejos de la realidad, la oratoria ha existido desde que el
hombre es capaz de hablar. Siempre hemos tenido esa necesidad de comunicarnos,
siempre hemos tenido la capacidad de explicar, de transmitir y de convencer.
La Oratoria constituye toda una disciplina necesaria para
quien vive en sociedad y necesita habitualmente de la palabra. Pero fueron los
griegos los que acuñaron el concepto, cuando se dieron cuenta de que alguien
que se expresa con claridad, facilidad y sin temor ante un público tiene la
capacidad de hacer que los que escuchan asientan con la cabeza, convencidos de
sus palabras. Es el arte de motivar, influir, persuadir o simplemente
entretener a un auditorio.
En Protocolo, la
oratoria es fundamental por la necesidad de llegar a los jefes, de tener que
dirigirse a los participantes de un evento, de negociar con proveedores o con
otros profesionales, pero lo es igualmente importante para todas las
profesiones, puesto que el poder de la palabra es fundamental, una persona que
se expresa bien, comunica mejor y tiene por tanto más puertas abiertas.
La capacidad de hablar o escribir bien no es algo con lo que
se nace, no es un don innato. El arte de convencer y entusiasmar a los demás es
algo que se puede aprender. Es cierto que hay buenos oradores que parecen
poseer talento natural y precisamente esos mismos lo consiguen gracias a largos
años de práctica. Es obvio que lo que hace a un buen orador es su personalidad
y el carisma que posea, quien tenga esa predisposición de manera natural cuenta
con esa ventaja, y empezar pues a
practicar a un nivel más elevado, pero de la misma manera tendrá que ir
probando, corrigiéndose y mejorando. Quien no parta de esa base, que no
desespere la oratoria es algo que puede hacer cualquiera, solo tiene que
practicar.
En esto de la Oratoria, a todos nos parece que sólo los
demás pueden lograrlo. Pero no es cierto. Todos podemos hacerlo, sólo hay que
aprender y practicar. Todos somos capaces de estar hablando ante un grupo de
amigos horas y horas de un mismo tema, incluso debatiendo un asunto, en cambio
incapaces de decir tres palabras seguidas en un auditorio de un tema en el que
somos expertos, de hacer una lectura en misa delante de gente conocida, o
exponer un tema en clase delante de nuestros propios compañeros. Y todo eso por
miedo, por nervios, por inseguridad, por ridículo. Y la pregunta es ¿miedo a
qué, acaso la situación es para tener miedo?, ¿nervios si todas las caras son
conocidas? ¿inseguridad si dominamos el tema como nadie? ¿quién se va a reír o
pensar que estamos haciendo el ridículo?
La respuesta está en el en ensayo, practicar mucho y ante
más personas; en la predisposición; en saber que podemos lograrlo y
conseguirlo. Hay que lograr desdoblar la personalidad, así vencer la timidez y
el sentido del ridículo, sencillamente olvidándose de uno mismo. Con el tiempo
esa desdoblez desaparece y se llega a ser un gran orador. La oratoria consisten
en el arte de hablar con elocuencia y a la hora de hablar en público es
fundamental trabajar este área para lograr impacto en los ámbitos profesionales
y académicos. Las presentaciones orales así como los discursos son de vital
importancia e influyentes en el trabajo, docencia, vida social y política.
Podemos decir, que la oratoria es una habilidad racional y emocional que
requerirá de un trabajo previo para la preparación y ensayo para poder hablar
en público.
Oratoria, para
qué?
Un buen orador depende de su capacidad para persuadir a los
interlocutores y motivarlos a la vez que transmiten un mensaje directo. En
cualquier ámbito, la forma en que nos comuniquemos será la forma en que nos
aceptarán o rechazarán por esas razones y mas se requiere ser un buen orador.
Existen varios elementos para hablar en público y calar en la gente:
·
Conocimientos
que tenga la persona para realizar la presentación: el dominar el contenido
a la hora de hablar en público es fundamental para transmitir el mensaje.
·
Utilizar
frases hechas en su exposición oral: los interlocutores se sentirán más
identificados con el orador.
·
Usar un
tono de voz adecuado y utilizar los recursos de lingüística y dicción.
·
Que el mensaje sea creíble y convencer a la
audiencia del mismo.
·
Inspirar seguridad:
para inspirar seguridad y terminar con la timidez de hablar en público podemos
mirar a los ojos de las personas que se encuentran en primera fila, camina de
forma ligera, tus gestos deben ser firmes y no dejes de practicar las
presentaciones hasta que consigas dominar la materia.
·
Captar la
atención de tu público: Antes de empezar a realizar tu exposición o
conferencia respira hondo y aguanta la respiración hasta que empieces a hablar
en público. Mira al público y muestra una gran sonrisa. Sólo entonces estarás
preparado para comenzar a hablar con entusiasmo.
·
Conocer el
ambiente y lugar donde vas a realizar la oratoria: llega puntual al escenario
Existen tantas claves para conseguir hablar bien como autores las haya escrito,
y todas ellas nos ayudará a conseguirlo.
·
Estar muy
seguro de lo que se habla y conocerlo en profundidad. Se puede pensar que
los buenos oradores son capaces de hablar bien incluso hasta de temas que
desconocen pero no hay peor cosa que alguien te corrija de un tema que se
supone dominas. Todo se desmonta, pierdes credibilidad para el resto de la
exposición. Si eres una persona inteligente, creativa y con imaginación puede
que te ayude esas cualidades a salir del paso pero, no siempre salen bien.
·
Expresarse
con claridad. Que el vocabulario sea accesible y la expresión sencilla y
natural. No hay que emplear palabras rebuscadas o expresiones técnicas, salvo
que lo exija la ocasión. Da la imagen de pedante y eso no llega.
·
Preparar
los argumentos, las posibles preguntas que se puedan formular, tener
preparados ejemplos que sirvan de apoyo a tus ideas. No podemos dejar todo a la
improvisación, es un riesgo innecesario. El discurso tiene que ser coherente.
Las relaciones entre las ideas deben ser lógicas y sin contradicciones. También
ayuda mucho que sea ameno: por un lado, que transmita sentimiento, que el
orador se emocione en cierto modo con lo que dice; por otro, que se incluya
algún toque de humor. El humor es un excelente vehículo de persuasión y permite
improvisar salidas airosas en momentos de apuros. Si se añaden algunos
comentarios con ironía, se consigue dinamizar aún más el discurso. Pero no hay
que exagerar, hay que emplearla con mucha moderación y quien carezca de ello
que no se esfuerce, los resultados no son positivos.
·
Hay que tener recursos de todo tipo.
Hay que hablar no solo con las palabras, también con la mirada y los gestos. Es
como si con ellos, la palabra encontrase mejor camino para llegar a quien
escucha. Ayuda una mirada dulce, viva, comunicadora. Ayuda unos gestos que
acompañen a las palabras y den fuerza, sentido y más profundidad.
·
Conocer
al público, al menos algo. Si son jóvenes, profesionales, desempleados...dependiendo
a quien nos dirijamos debemos hacerlo de una forma u otra. En ocasiones es
imposible, está claro, pero en la mayoría de los casos sí que podemos saberlo.
·
Conocer el espacio. Es conveniente
enterarse de dónde se va a celebrar el discurso. Hay que prepararse antes
porque del espacio depende la presentación, los ademanes que acompañarán a las
palabras, el trato y el lenguaje que emplearemos e incluso postura que
mantendremos. No es conveniente dispersarse mucho por el espacio.
·
Saber a dónde quieres llegar y qué medios
ha de seguir para lograrlo, sin que en ningún momento la audiencia se
pierda. Después de tanta preparación, estamos seguro de nosotros mismos y
sabemos que nuestra palabra llegará a la gente. Ya somos capaces de expresarnos
bien, manejar vocabulario, mantener la atención en todo momento, sabemos
programar y ejecutar los tiempos...somos capaces de hablar en público y dominar
la situación.
·
Lo breve
si bueno...Ser conciso. No hay que titubear ni andarse por las ramas. Las
divagaciones e imprecisiones hacen que el público se pierda y deje de prestar
atención. Hay que liberarse de las manías y muletillas que empleamos
continuamente, como “bueno, este, pues, ah, eh, uhm, vale, ok…”
·
Cambiar
del tono. No hay nada más aburrido que alguien hablando en el mismo tono
todo el rato. Hay que hacer variaciones sin caer en las disonancias: nunca
gritar, pero tampoco hablar demasiado bajito. Hay que distinguir entre
intensidad, que es la fuerza con la que se emite la voz, y timbre, que es el
matiz personal de cada uno. Se pueden cultivar y refinar para enriquecer el
tono perfecto.
Y para todo ello, recuerda: RESPIRAR Y RELAJARTE